Educación Identidad Un mundo mejor

Abandonando narrativas idealizadas

abril 11, 2024

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Hoy, después de nadar, entré en la sauna. Había otra chica allí que al principio no reconocí. Hablamos un poco y, en particular, me dijo que no me había visto corriendo en los últimos meses. Le respondí que nos habíamos mudado a una casa en la montaña, lo cual era cierto, pero no era la razón por la que no había estado entrenando desde las Navidades. Seguimos conversando hasta que me enteré de que ella había pasado por un cáncer de mama. Entonces comenzamos a profundizar en la conversación.

Con su honestidad, abriendo las puertas a la vulnerabilidad, me sentí cómoda pasando de un nivel de conversación superficial a uno mucho más profundo. Empecé a contarle también sobre la enfermedad de mi vejiga, que ha estado inflamada y dolorida desde una semana antes de Navidad, lo que me ha hecho imposible llevar una vida normal en ocasiones. Ella me habló abiertamente sobre los efectos terribles de la quimioterapia: el dolor y la hinchazón abdominal, la fatiga que te deja sin energía para hacer nada, y también el inmenso dolor emocional que conlleva.

Ella me dijo que no se sentía fuerte ni como ninguna heroína. Aunque la gente constantemente le dice: «Tú eres muy valiente», ella no se sentía valiente en absoluto. Expresó que ahora entrena simplemente porque sabe que después su cuerpo se sentirá un poco menos miserable. Sin embargo, señaló que la narrativa de «tú puedes, tú eres una mujer valiente» crea ideas falsas sobre lo que realmente implica enfrentar el cáncer. Es una experiencia jodida y dolorosa. En esta lucha, no hay héroes. Los ánimos y las palabras son simplemente sonidos; lo que realmente se necesita son abrazos y acciones concretas para levantar un cuerpo y un alma que están al límite de sus fuerzas.

La vida no es como en Instagram para nadie. Nos enfrentamos a unas barreras que nosotros mismos hemos erigido. Reconectar con nuestra humanidad es la respuesta moral a un mundo que ha cultivado una cultura de deshumanización y ahora está sufriendo las consecuencias. En este contexto, la vulnerabilidad se convierte en una fortaleza que puede abrir la puerta a la autenticidad y la sinceridad en nuestras interacciones con los demás.

Mostrando vulnerabilidad abrimos puertas para que otras personas pueden acercarse sin miedo para crear conexiones más profundas e importantes que nos hemos podido imaginar. ¿Es fácil? No, claramente no lo es.

Reflexiones sobre la raíz y la sociedad actual

Cuando era joven, mis padres eran personas muy diferentes. Valoraban enormemente el equilibrio entre nosotros y el entorno natural que nos rodeaba. Nos criaron de manera abierta, sensibles hacia el medio ambiente, nos permitieron expresarnos libremente y conservábamos cierto grado de inocencia en nuestros pensamientos. Me sentía profundamente libre y amada. Pasaba mucho tiempo creando arte, expresándome verbalmente y desarrollando una creatividad confiada. Sin embargo, recuerdo claramente el momento en la escuela cuando un niño llamado Sacha rompió mi espíritu. Se burlaba de mí, y eventualmente, comencé a preocuparme por lo que los demás pensaban de mí.

A todas nos pasa algo similar. Tenemos ideas increíbles, podemos ayudar, somos generosos, amamos, tenemos un corazón enorme y estamos hechos para conectar. Lo que nos frena son el miedo y las inseguridades, resultado de una sociedad individualista y racionalizada que ha priorizado el beneficio sobre todo lo demás.

En las empresas ocurre algo similar. Creamos unas expectativas enormes, mostrando una innovación imparable y una imagen que debemos superar día a día. Este constante estrés por no quedarnos atrás nos lleva a añadir una nueva plataforma tras otra, como si fuera un TikTok, aunque sepamos que nuestro público objetivo no está allí. Pero si no participamos, nos quedamos rezagados y generamos miedos, estrés y ansiedad, aferrándonos a la aparente novedad sin reflexionar sobre si nos acerca a nuestros objetivos. Al final, saturados de miedo a perder el ritmo, perdemos todo, porque la ansiedad sofoca hasta el más mínimo suspiro de creatividad.

Cuando alguien entra en esta estructura que promete mucho por fuera pero carece de incentivos reales por dentro, puede notar el vacío rápidamente. La conversación con un CEO en este estado de ánimo se convierte en una estresante descarga de pseudo necesidades vacías que buscan ser llenadas para cumplir con la ficticia magia de la cura genérica llamada innovación. Finalmente, sin la intención de solucionar problemas reales, sino como una mera creación para proteger una imagen falsa.

A nivel personal, así como a nivel empresarial, da miedo mostrarse tal como somos y enfrentarnos a problemas reales. Tenemos miedo al fracaso, a las críticas, al riesgo de perder el statu quo y al temor de que alguien descubra que la imagen que hemos creado no coincide con la realidad, aunque eso sea cierto para todas las personas y organizaciones. El constante miedo y estrés de mantener esta imagen falsa finalmente nos perjudica y nos paraliza.

¿A dónde podemos llegar si superamos el miedo y comunicamos con humanidad?

Ignorar nuestros miedos no es fácil, pero nos hará sentir libre. Dejar las narrativas falsas atrás y mostrarnos vulnerable e imperfectos puede parecer aterrador, pero nos permite hacer muchas cosas incluso parar. Y finalmente crear una conexión genuina con los demás.

Una vez que hemos tomado la decisión de salir de la espiral viciosa, todo fluye. El objetivo está claro: crear cambio y una cultura significativa. Nos convertimos en los líderes que abren este camino. ¿Es fácil? Claramente no lo es, pero la alternativa es rendirse y vernos duramente golpeados por la nueva realidad en el mundo que nos espera. Cuando nos convertimos en parte de la solución, el miedo al cambio desaparece. Elegimos actuar porque no actuar comienza a dolernos cada vez más y ya no podemos soportarlo.

En un mundo laboral donde el capitalismo industrial y el capitalismo de mercado están profundamente arraigados, durante mucho tiempo disfrutamos de cierta seguridad y certeza que proporcionaba el proceso industrial, junto con la humanidad y la aspiración al cambio y al crecimiento personal. Es tentador seguir adelante con las anteojeras puestas. Sin embargo, nos encontramos en un entorno en constante cambio y cada vez será más difícil ignorarlo.

Nos encontramos en una época de emergencia climática con todas sus consecuencias, así como en medio de una revolución tecnológica impulsada por la inteligencia artificial y la computación cuántica. Estas tecnologías son tan potentes que aún no podemos siquiera imaginar su impacto en la humanidad. Además, la sociedad occidental enfrenta desafíos de identidad, con una creciente autoabsorción y una base en la herencia del pensamiento ilustrado.

En el mundo que conocemos, la expansión del capitalismo ha fomentado la competencia y el individualismo, priorizando el éxito personal sobre el bienestar colectivo. Este enfoque ha llevado a una mayor alienación entre las personas y a la deshumanización en el lugar de trabajo, donde los trabajadores pueden ser tratados como meros recursos o piezas en una máquina productiva. La sociedad contemporánea, especialmente en el mundo occidental, ha experimentado un aumento en el individualismo extremo, donde el valor personal se mide en términos de logros individuales, posesiones materiales y estatus social. Esto ha provocado una disminución en la solidaridad comunitaria y una mayor alienación entre las personas. Todo este proceso finalmente conduce a una percepción distorsionada de la valía personal basada en la apariencia externa y el éxito material, en lugar de en la autenticidad y la conexión emocional con los demás.

Superar nuestros miedos y trabajar hacia la creación de una sociedad del futuro que rompa con los valores que la enferman requiere un enfoque multifacético que abarque tanto el nivel individual como el colectivo. Somos los responsables de crear condiciones en las que las personas pueden prosperar y realizar trabajo significativo.

Bailar con nuestros miedos implica un acto valiente de enfrentar lo desconocido, lo incómodo y lo desafiante. Requiere una valía interna para confrontar esas emociones y situaciones que nos generan temor, así como una profunda confianza en nuestra capacidad para enfrentarlos y superarlos. Nos ayuda a superar nuestras limitaciones autoimpuestas y a alcanzar nuestro verdadero potencial. Es un viaje de autodescubrimiento y empoderamiento que nos lleva a crear una vida más significativa y satisfactoria.

No se trata simplemente de una lucha individual, sino de formar parte de una sociedad saludable donde nuestra felicidad surge como subproducto.

Si ves una persona afligida, preocúpate. Porque tienes la capacidad de marcar la diferencia.

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El código de barras laboral

febrero 4, 2024
Mujer en una oficina de abogados

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Isa cumple 53 años mañana. Pasará un 90% de su día especial en una oficina con personas pasantes, las mismas que han ocupado pasillos y oficinas del espacio laboral compartido durante los últimos 8 años. Como unas vías paralelas en las que dos trenes se cruzan dos o tres veces al día. Pasan sin ruido, sin roce, sin compromiso, cada uno en su vía, cada uno en su horario, con su gente que recoge en un lugar y la deja en otro. Así es un día a día laboral.

Vivimos en una sociedad en la que nuestras necesidades básicas como alimentación, hidratación, descanso y respiración están inicialmente satisfechas. Empezamos a trabajar y en los primeros trabajos nos adaptamos; queremos ganar algo de dinero y aguantamos lo que haga falta. Con el paso del tiempo, con la experiencia y el desarrollo personal, las metas y los valores profesionales pueden cambiar.

Cuando estamos en un momento en el que nos sentimos estancados/as y, por alguna razón, nuestro cuerpo y la mente saben que no podemos seguir de la misma manera, un cambio viene bien y empezamos a buscar este algo que nos falta. En mi caso, fue el crecimiento laboral lo que buscaba.

En noviembre fui a presentarme a una serie de entrevistas de trabajo en una multinacional a unos 20 minutos de mi casa porque estuve convencida de que el paso de una Pyme a una multinacional iba a ofrecerme unas oportunidades para crecer increíbles y que tendría por fin la oportunidad de destacar profesionalmente como mujer en el campo de la construcción.

Han pasado 2 meses. Después de buscar dentro de mí lo que realmente necesitaba, he encontrado el camino para el cambio que estaba buscando. Dicho trabajo se lo llevó un perfil señor con unos 25 años de experiencia. Sin embargo, el proceso de elección, la estructura analítica de la empresa y las interacciones humanas que he experimentado en este viaje han provocado unos pensamientos de reflexión sobre el significado del trabajo en nuestra sociedad.

Vivimos en una era en la que los números, los algoritmos, la productividad y la mensurabilidad deciden sobre nuestro valor y dan legitimidad a nuestra existencia

Hoy mismo escuché a dos hombres hablando con orgullo de los años que han cotizado, como si los 25 o 28 años contribuyendo al estado fuera el único indicador de su valía. Dichos números dominaban el discurso. Demasiada poca gente habla de la personalidad, la actitud y del impacto positivo que una persona puede tener en su entorno, aunque son aspectos cruciales que no siempre se reflejan en el tiempo que han pasado contribuyendo al sistema. La calidad de las acciones y el cambio positivo que se logran puede ser mucho más significativa que simplemente acumular años de contribución. Pero en vez de confiar en que la diversidad de experiencias, la empatía, la capacidad de aprendizaje y la disposición para hacer un impacto positivo son nuestros logros reales, nos aferramos a este papel de Hacienda como las notas en el cole. 28, tienes un 74% de derecho de existir. Los números mandan y nosotros somos los responsables de mantenerlos altos.

A lo largo de nuestra vida y según nuestras experiencias, hemos aprendido que la respuesta a todos los problemas requiere un esfuerzo personal, innovación, progreso y eficacia. En la crisis financiera del 2008-13, en la que las estructuras económicas vivieron un estancamiento, nació el discurso del emprendedor innovador e invencible. Desde entonces, vivimos con la narrativa de que cualquier dificultad puede ser superada con voluntad y empeño personal.

Cada uno es el encargado de su camino y su destino. Todo depende de uno. Nuestra sociedad, nuestro entorno, el mundo aparenta ser completamente independiente de esta carga personal. El que lucha vale y es celebrado como un triatleta que entra en la meta del Ironman. En esta narrativa no existen el privilegio, ni los problemas sociales, ni la desigualdad, ni la enfermedad, ni los hijos, el único responsable eres tú.

Hoy hablé con mi amiga Ana que ha perdido su trabajo de hoy a mañana en una multinacional americana, una decisión de pánico de la empresa al estilo de las grandes empresas tecnológicas; un momento de temor analítico que, probablemente, dentro de unos meses hubiera sido solucionado sin necesidad de medidas tan drásticas. Una falta de visión al largo plazo de personas centradas en los resultados financieros a corto plazo, como accionistas. La que han perdido tiene un valor difícil de recuperar.

El talento de una persona creativa que es suficientemente sensible para entender las necesidades de la situación, captar perfectamente la dimensión y el impacto de decisiones. Y, lo más importante, ella es capaz de crear cambio, movimiento hacia adelante. ¿Por qué perder a esta persona? Cualquier organización, cualquier entidad sin ánimo de lucro, partido político, cooperativa, etc., buscan a una persona como Ana – desesperadamente.

El método americano de despedir es simple, hoy es tu compañero Pepe, mañana de repente Pepe ya no está. Nadie sabe por qué. No hay explicaciones. La responsabilidad no tiene ningún humano. El equipo de Recursos Humanos te cuenta algo de algunos datos de algún sistema con algún algoritmo. Nadie ha comprobado o contextualizado los números. Ya vendrá otro Pepe cuando haga falta. La cultura corporativa queda dañada.

En Sevilla está Julia, luchando cada día contra los números. Ahora, como manager de área, tiene responsabilidad y tiene que mantener los números altos. Cada día los resultados financieros tienen que ser mejores. Sus sistemas son data-driven, incuestionables, basados en objetivos analizados, no hay error. El día que no le ocurre como aumentar o trucar los datos va a caer. De momento va arreglando, con toda su creatividad y fuerza, evitando el game over.

Mientras tanto, en otro lado de España, por un momento, Pepe se siente fatal. Le gustaba su trabajo. Le definía y él estaba seguro que ha aportado un valor intangible a la empresa. Eso duele. El empleo no es solo un medio de vida, es también la base de nuestra identidad y autoestima. Preguntamos: ¿Y tú qué haces? Respondemos con orgullo lo que pone en nuestro perfil de LinkedIn porque sueña bien.

Perder el trabajo nos hace sentirnos menos valiosos o importantes, aunque la pérdida del empleo no fue culpa nuestra. A nadie le gusta perder el empleo, porque no solo pierdes tus ingresos, sino también porque te anula socialmente como persona. ¿Solo trabajas media jornada? Qué bien vives. ¿Ah, solo eres madre? Bueno, tu marido ya te mantiene mientras (y ‘garantiza con esto que aún tienes derecho de existir’). Demostrando al mundo que, con un infarto, un cáncer aún podemos valer; no queremos perder el derecho de existir. Tú sí que puedes – Pero no podemos más.

El mundo está cambiando, y tenemos que redefinir el valor del trabajo

Nuestra existencia no es una masa autónoma que podemos y debemos controlar. No es independiente de la sociedad, del mundo, de nuestra familia, de nuestra comunidad, de nuestro ambiente laboral. Si tenemos una red de personas que nos apoyan en el ámbito laboral estamos bien; si dejamos esta red experimentamos aislamiento y pérdida.

Es el deber de la empresa reconocer y abordar las dimensiones emocionales al comunicar y gestionar las decisiones de despido. Los espacios que forman nuestra experiencia de vida y las personas que nos forman y guían tienen una responsabilidad, tanto como lo tiene el equipo de Recursos Humanos cuando toma una decisión difícil. La tienen que comunicar de persona a persona, sin culpar a métricas, algoritmos y números.

Para las personas que se tienen que ir de su lugar de trabajo es una experiencia emocionalmente dolorosa. Esta situación exige humanidad, dignidad y tacto por parte del equipo de Recursos Humanos, brindando apoyo emocional y respeto a la dignidad de los empleados afectados durante todo el proceso.

En la vida, los humanos no pasamos como dos trenes perfectamente regularizados uno al lado del otro, buscamos algo más; buscamos el contacto, la conexión. La motivación y la satisfacción van mucho más allá del dinero. En el momento de autorrealización y avance, la recompensa pasa a un nivel segundario, porque es desplazada por la euforia de crear algo significativo.

El trabajo forma parte de nuestra identidad, pero también nos roba mucho tiempo y nos produce mucha presión. Crear algo significativo no significa necesariamente que tenga que pasar en el ámbito laboral. La creación de algo significativo en la vida puede tener lugar fuera del trabajo, permitiendo un equilibrio saludable entre la vida laboral y personal.

Históricamente, hay que considerar que el trabajo como lo conocemos no es una realidad determinada, es una realidad muy joven que tiene apenas 200 años. La percepción de lo que significa trabajar es flexible y puede cambiar. En el futuro, las formas de trabajo van a mejorar. Van a volverse más digitalizadas y flexibles, con un mayor enfoque en habilidades creativas y sociales que no sean fácilmente replicables por la inteligencia artificial.

Los equipos virtuales y las tecnologías innovadoras van a desempeñar un papel central. Estas máquinas se construirán para sustituir tareas difíciles en fábricas, coger pesos, facilitar la vida de los humanos. Van a aguantar muchas situaciones de riesgo para que nosotros, los humanos, no tengamos que sufrir. Como resultado, vamos a tener más tiempo, porque van a trabajar para nosotros. Los espacios de trabajo tradicionales podrían perder relevancia a medida que aumenta el trabajo remoto y las estructuras descentralizadas.

Existen muchas tareas que realizamos todos los días que no entran en nuestra limitada definición de trabajo. En el futuro, el trabajo podría ser redefinido no solo como empleo tradicional, sino como diversas contribuciones a la sociedad. Una redefinición podría centrarse en actividades significativas, creatividad y responsabilidad social. Ganarán importancia los modelos de trabajo flexibles, como el empleo a tiempo parcial y el trabajo por proyectos. Habrá un reconocimiento de habilidades informales y compromiso voluntario, con el fin de fomentar una perspectiva más integral sobre el trabajo.

En un principio, esto puede ser algo bueno. ¿Qué entonces es, lo que nos molesta o asusta? ¿Son nuestras inseguridades causadas por el poco valor que damos al tiempo que no servimos a algo o a alguien? No estamos acostumbrados a tener tiempo. No estamos acostumbrados a decidir libremente y sin presión lo que nos apetece hacer. Pensamos que actuamos con pereza si no producimos 8 horas al día. No tiene que ser así porque en el futuro, tomar responsabilidad por nuestra familia, comunidad y por el mundo serán tareas serias que asegurarán nuestra existencia.

Isa ha comenzado un nuevo trabajo en una oficina donde unos cuidan de otros. Isa ahora forma parte de una organización dedicada a la protección de los derechos humanos y a la mejora de la vida de quienes la rodean. Al trabajo va en bici. Elige cada día por dónde quiere ir. Un día elige atravesar el parque, otro día opta por seguir el curso del canal.

En su camino hacia la oficina, cada día saluda a conocidos como Toño, dueño del quiosco, a Susa de los churros, a Antón que pasea su chihuahua. Casualmente, Isa ha recibido la designación para representar a Antón, ya que este ha resultado herido en un accidente de tren. El incidente ocurrió debido a un problema mecánico que provocó el descarrilamiento del tren en el que Antón viajaba.

Educación Identidad Un mundo mejor

Empoderamiento Reflexivo

diciembre 17, 2023
Una niña curiosa mirando hacia atrás en un avión

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Estoy en un avión lleno de gente dos días después de la Navidad. Estoy sentada en una silla, atada con el cinturón de seguridad, pero la niña de la familia que viaja en los asientos delante no. Ella mueve los pies por el reposabrazos del asiento enfrente. Al señor sentado delante se asoman unos calcetines de la princesa Elsa de Frozen que amenazan con escapar de estos pequeños pies inquietos en busca de un poco de comodidad.

Yo paso el vuelo leyendo, durmiendo. Ella se levanta, anda, tiene hambre, mira a los demás pasajeros, sonríe, pregunta a la señora detrás “¿a dónde viajas?”, “¿tienes hijos?”, “¿dónde están?”, “¿por qué no van contigo?”, después cambia la silla con su mamá para ver aterrizar al avión. 

¿Existe la posibilidad que fuimos todo/as como ella? La forma en la que explora el mundo alrededor. ¿Por qué trabajamos tan duro en ser no especiales? ¿Por qué premiamos obediencia, conformismo y el silencio si todo/as deseamos tener una voz?

Ella seguramente va a un colegio, ojalá uno genial con buenos profesores que le ayudan a desarrollar para convertirse en la mujer que desea ser. Pero quizás también ha sido asignada a una escuela pésima, donde las condiciones y circunstancias se configuran en contra de ella y poco a poco pierde este espíritu espabilado que interactúa de manera tan humana con el mundo.

La obediencia subordinada no nos lleva a ningún lado en un mundo en el que tenemos que ser despiertos y disponer de una enorme capacidad de pensamiento crítico para no perdernos en noticias falsas, algoritmos que nos absorben, números y análisis que deciden sobre nuestro derecho de existir sin ser ni siquiera interpretados ni integrados en un contexto.

Si una pregunta de una niña de 6 años nos asusta o incomoda hay un problema. El problema no es suyo. Es nuestro. Nuestro trabajo es interactuar, contribuir y tenemos que tomar el riesgo de abrirnos a sus dudas, aunque sean incomodas porque tenemos que explicar un poco de nosotros, poner en palabras algunas inseguridades nuestras. Formar un ambiente donde hacer preguntas sea bienvenido. Animar a esto/as niño/as a cuestionar el porqué de las cosas y buscar respuestas por sí mismo/as.

¿Ya estás buscando un sitio para esconderte? ¿Nos dar vergüenza que nos pregunte qué libro estamos leyendo?, ¿Qué película nos guste?, ¿Creemos, que lo que aprendemos es solo para nosotros? Nuestro propio crecimiento intelectual es importante para ello/as también. No dejemos que se forme una barrera entre otros humanos y nosotros. Otros humanos necesitan que estimulamos su curiosidad alrededor de diferentes temas, que les hablemos de cosas interesantes y nuevas.

La niña gira hacia el chico joven que está sentado a mi lado y pregunta ¿Por qué estás triste? Lo hemos visto. Hemos dudado un segundo si nos apetece crear un pequeño vinculo humano con él, pero hemos decidido que mejor no molestar. Nuestro miedo de ser rechazado ha ganado. La niña solo ve la cara triste del joven; analiza su mirada le ofrece una de sus galletas “¿Quieres?”. Su creatividad de solucionar el problema nos sorprende. Sus ideas están libres de vergüenza o prejuicios. Ella no se rompe la cabeza pensando ¿qué le pasa?, no titubea, solamente se concentra en la solución.

Nos inspira ver como dos humanos conectan. Es admirable. Cada de estas interacciones ofrece una nueva oportunidad de aprender y aumentar nuestra riqueza intelectual para procesar nueva información, identificar conexiones y expandir continuamente nuestro conocimiento. Para todos los humanos es importante participar, tener una voz y formar parte. ¿Por qué sentimos muchas veces miedo de abrirnos? No confiamos en nuestros instintos. Necesitamos máquinas, análisis, medición, expertos para asegurar nuestra posición.

A veces no queremos molestar, no queremos ser ‘raros/as’ o diferentes, sobre todo no queremos ser rechazados/as. No es fácil actuar. Pero tomar responsabilidad nos ofrece vivir en una sociedad democrática, ser informados y activos. Por supuesto que tener valores y ser comprometido cuesta energía, pero es nuestra responsabilidad. Ayudar a jóvenes a entender el mundo, desarrollar habilidades para entender, reflejar y evaluar debe ser un trabajo de todos.

Imagínate, si tú, en una sola conversación puedes ayudar a tu amigo/a para que no se pierde en una burbuja falsa de algún algoritmo; una sola charla puede quizás impedir un suicidio. No es siempre así, pero es como el papel de los padres. Puedes ayudar a tus hijos/as, pero claro, no puedes hacerlo todo tú. Aun así, piensa en una sociedad en la que muchos se involucran. En esta sociedad puedes confiar que alguien está ahí para ayudar a tu amigo, aunque tú hoy no tienes la energía de sacarle de su crisis de identidad.     

Tanto como nos forma el mundo, la responsabilidad de crear un mundo como nos lo imaginamos también es nuestra – de todos. La niña te pasa uno de sus libros. ¿Se le les?

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