//
Hoy, después de nadar, entré en la sauna. Había otra chica allí que al principio no reconocí. Hablamos un poco y, en particular, me dijo que no me había visto corriendo en los últimos meses. Le respondí que nos habíamos mudado a una casa en la montaña, lo cual era cierto, pero no era la razón por la que no había estado entrenando desde las Navidades. Seguimos conversando hasta que me enteré de que ella había pasado por un cáncer de mama. Entonces comenzamos a profundizar en la conversación.
Con su honestidad, abriendo las puertas a la vulnerabilidad, me sentí cómoda pasando de un nivel de conversación superficial a uno mucho más profundo. Empecé a contarle también sobre la enfermedad de mi vejiga, que ha estado inflamada y dolorida desde una semana antes de Navidad, lo que me ha hecho imposible llevar una vida normal en ocasiones. Ella me habló abiertamente sobre los efectos terribles de la quimioterapia: el dolor y la hinchazón abdominal, la fatiga que te deja sin energía para hacer nada, y también el inmenso dolor emocional que conlleva.
Ella me dijo que no se sentía fuerte ni como ninguna heroína. Aunque la gente constantemente le dice: «Tú eres muy valiente», ella no se sentía valiente en absoluto. Expresó que ahora entrena simplemente porque sabe que después su cuerpo se sentirá un poco menos miserable. Sin embargo, señaló que la narrativa de «tú puedes, tú eres una mujer valiente» crea ideas falsas sobre lo que realmente implica enfrentar el cáncer. Es una experiencia jodida y dolorosa. En esta lucha, no hay héroes. Los ánimos y las palabras son simplemente sonidos; lo que realmente se necesita son abrazos y acciones concretas para levantar un cuerpo y un alma que están al límite de sus fuerzas.
La vida no es como en Instagram para nadie. Nos enfrentamos a unas barreras que nosotros mismos hemos erigido. Reconectar con nuestra humanidad es la respuesta moral a un mundo que ha cultivado una cultura de deshumanización y ahora está sufriendo las consecuencias. En este contexto, la vulnerabilidad se convierte en una fortaleza que puede abrir la puerta a la autenticidad y la sinceridad en nuestras interacciones con los demás.
Mostrando vulnerabilidad abrimos puertas para que otras personas pueden acercarse sin miedo para crear conexiones más profundas e importantes que nos hemos podido imaginar. ¿Es fácil? No, claramente no lo es.
Reflexiones sobre la raíz y la sociedad actual
Cuando era joven, mis padres eran personas muy diferentes. Valoraban enormemente el equilibrio entre nosotros y el entorno natural que nos rodeaba. Nos criaron de manera abierta, sensibles hacia el medio ambiente, nos permitieron expresarnos libremente y conservábamos cierto grado de inocencia en nuestros pensamientos. Me sentía profundamente libre y amada. Pasaba mucho tiempo creando arte, expresándome verbalmente y desarrollando una creatividad confiada. Sin embargo, recuerdo claramente el momento en la escuela cuando un niño llamado Sacha rompió mi espíritu. Se burlaba de mí, y eventualmente, comencé a preocuparme por lo que los demás pensaban de mí.
A todas nos pasa algo similar. Tenemos ideas increíbles, podemos ayudar, somos generosos, amamos, tenemos un corazón enorme y estamos hechos para conectar. Lo que nos frena son el miedo y las inseguridades, resultado de una sociedad individualista y racionalizada que ha priorizado el beneficio sobre todo lo demás.
En las empresas ocurre algo similar. Creamos unas expectativas enormes, mostrando una innovación imparable y una imagen que debemos superar día a día. Este constante estrés por no quedarnos atrás nos lleva a añadir una nueva plataforma tras otra, como si fuera un TikTok, aunque sepamos que nuestro público objetivo no está allí. Pero si no participamos, nos quedamos rezagados y generamos miedos, estrés y ansiedad, aferrándonos a la aparente novedad sin reflexionar sobre si nos acerca a nuestros objetivos. Al final, saturados de miedo a perder el ritmo, perdemos todo, porque la ansiedad sofoca hasta el más mínimo suspiro de creatividad.
Cuando alguien entra en esta estructura que promete mucho por fuera pero carece de incentivos reales por dentro, puede notar el vacío rápidamente. La conversación con un CEO en este estado de ánimo se convierte en una estresante descarga de pseudo necesidades vacías que buscan ser llenadas para cumplir con la ficticia magia de la cura genérica llamada innovación. Finalmente, sin la intención de solucionar problemas reales, sino como una mera creación para proteger una imagen falsa.
A nivel personal, así como a nivel empresarial, da miedo mostrarse tal como somos y enfrentarnos a problemas reales. Tenemos miedo al fracaso, a las críticas, al riesgo de perder el statu quo y al temor de que alguien descubra que la imagen que hemos creado no coincide con la realidad, aunque eso sea cierto para todas las personas y organizaciones. El constante miedo y estrés de mantener esta imagen falsa finalmente nos perjudica y nos paraliza.
¿A dónde podemos llegar si superamos el miedo y comunicamos con humanidad?
Ignorar nuestros miedos no es fácil, pero nos hará sentir libre. Dejar las narrativas falsas atrás y mostrarnos vulnerable e imperfectos puede parecer aterrador, pero nos permite hacer muchas cosas incluso parar. Y finalmente crear una conexión genuina con los demás.
Una vez que hemos tomado la decisión de salir de la espiral viciosa, todo fluye. El objetivo está claro: crear cambio y una cultura significativa. Nos convertimos en los líderes que abren este camino. ¿Es fácil? Claramente no lo es, pero la alternativa es rendirse y vernos duramente golpeados por la nueva realidad en el mundo que nos espera. Cuando nos convertimos en parte de la solución, el miedo al cambio desaparece. Elegimos actuar porque no actuar comienza a dolernos cada vez más y ya no podemos soportarlo.
En un mundo laboral donde el capitalismo industrial y el capitalismo de mercado están profundamente arraigados, durante mucho tiempo disfrutamos de cierta seguridad y certeza que proporcionaba el proceso industrial, junto con la humanidad y la aspiración al cambio y al crecimiento personal. Es tentador seguir adelante con las anteojeras puestas. Sin embargo, nos encontramos en un entorno en constante cambio y cada vez será más difícil ignorarlo.
Nos encontramos en una época de emergencia climática con todas sus consecuencias, así como en medio de una revolución tecnológica impulsada por la inteligencia artificial y la computación cuántica. Estas tecnologías son tan potentes que aún no podemos siquiera imaginar su impacto en la humanidad. Además, la sociedad occidental enfrenta desafíos de identidad, con una creciente autoabsorción y una base en la herencia del pensamiento ilustrado.
En el mundo que conocemos, la expansión del capitalismo ha fomentado la competencia y el individualismo, priorizando el éxito personal sobre el bienestar colectivo. Este enfoque ha llevado a una mayor alienación entre las personas y a la deshumanización en el lugar de trabajo, donde los trabajadores pueden ser tratados como meros recursos o piezas en una máquina productiva. La sociedad contemporánea, especialmente en el mundo occidental, ha experimentado un aumento en el individualismo extremo, donde el valor personal se mide en términos de logros individuales, posesiones materiales y estatus social. Esto ha provocado una disminución en la solidaridad comunitaria y una mayor alienación entre las personas. Todo este proceso finalmente conduce a una percepción distorsionada de la valía personal basada en la apariencia externa y el éxito material, en lugar de en la autenticidad y la conexión emocional con los demás.
Superar nuestros miedos y trabajar hacia la creación de una sociedad del futuro que rompa con los valores que la enferman requiere un enfoque multifacético que abarque tanto el nivel individual como el colectivo. Somos los responsables de crear condiciones en las que las personas pueden prosperar y realizar trabajo significativo.
Bailar con nuestros miedos implica un acto valiente de enfrentar lo desconocido, lo incómodo y lo desafiante. Requiere una valía interna para confrontar esas emociones y situaciones que nos generan temor, así como una profunda confianza en nuestra capacidad para enfrentarlos y superarlos. Nos ayuda a superar nuestras limitaciones autoimpuestas y a alcanzar nuestro verdadero potencial. Es un viaje de autodescubrimiento y empoderamiento que nos lleva a crear una vida más significativa y satisfactoria.
No se trata simplemente de una lucha individual, sino de formar parte de una sociedad saludable donde nuestra felicidad surge como subproducto.
Si ves una persona afligida, preocúpate. Porque tienes la capacidad de marcar la diferencia.